viernes, 6 de febrero de 2009

Sobre las sirenas y los verdaderos ojos del mar

Había ordenado a sus marineros que le taparan los oídos con cera y lo ataran a uno de los mástiles del barco.
Durante el canto del crepúsculo, en los acantilados donde las mujeres de espuma acariciaban sus cuerdas de hielo, los ojos de la tripulación encandecieron su mirada con lagos profundos en la piel de las sirenas.
Solo uno se mantuvo ignorante, aislado cual isla enclavada en alta mar.
Solo uno amaneció al día siguiente, siendo hombre simplemente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta tu prosa cada día más...