Una simetría de tambores electrizados.
Se desnuda el ritmo en
los dedos
del tiempo.
Me río
porque escribo porque pienso.
Son los ríos de la orquesta
en la luna.
Mis ojos.
Mis ojos.
Volvamos como aquellos
a la subjetividad de los locos,
románticos.
Arrojen flores.
Que los tambores aplastan y
los cantos
escalan hacia las estrellas.
Arrojen lágrimas como papel picado
y desfloren hasta la última manzana
que pende
oferente.
Por aquellas cumbres
entonan los relámpagos.
Sus seis dedos.
Seis dedos
subiendo y bajando
por una escalera sin cielo,
sin techo sin tope
sin puerta.
Directo a la desintegración.
jueves, 16 de abril de 2009
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