viernes, 25 de septiembre de 2009

De una vieja cosecha encontrada en cajas de ayer

Una palabra medida, palpitando como un pájaro entre las manos, para disipar esta soledad, la noche envuelta en silencio, para el regalo del amanecer, de los ojos fosforescentes después de tanto humo, de tanto viento en los corredores de la sangre.
Una palabra para no sentirse tan solo, tan en el limbo de los vasos a medio llenar, esperando, una luz, un decir, un dedo señalando el punto que atravesar.
Una palabra, nada más.
De tu aliento lejano, desconocido, ansiado de caricia muda, tu palabra para sanar esta noche.

Una palabra que abra este capullo que soy, que somos, del cual no podemos despertar porque duele.
Una palabra que es astilla de bienestar, ante la ceniza en los labios, baba en los ojos, los ojos que no ven, no pueden, aunque quieran no pueden ver.