jueves, 22 de octubre de 2009

La murga


La murga que alienta ¡Pa´ delante! ¡Pa´ delante, como un tren!

Caleidoscópicos disfraces se sacuden como grillos bajo el rayo de la luna. Y resuenan los tambores, el compás de la noche.

Alienta ¡Pa´delante, como un tren!

El fuego de la murga, sus máscaras de diablo, de ángel; la gruta de los pechos que se abren para ofrecer el olvido de los días.

Gauchos ebrios hoy son rey.
Y la más bonita del lugar, una parca mezcla de princesa y tejedora de destino.

La infancia en la punta de los dedos, estallando en los parches de cuero, volviéndose mariposa y ceniza de suspiro de verano.

La murga que alienta ¡Pa´ delante! ¡Pa´ delante, como un tren
!

miércoles, 21 de octubre de 2009

ave fénix

Entonces deberé regresar. Un soplo de alas dentro de la cueva que fui, para que barra, para que esparza, para que desintegre los huesos que ya no dan calor. La piel que no abriga porque ya no es.

Rotas las cadenas de los días.
Desnudas las estatuas del jardín.
El velo de los espejos vuelto ventanas.
Deberé volver. Para que la lluvia de primavera, para que el viento de polen que da vuelta los relojes de arena, den vida a mis brazos, a este cuerpo de títere que ya no es sus hilos.

Entonces deberé descolgarme, batir mis plumas de escamas, bajo el fuego de los caballos de Apolo, bajo la mirada comprensiva de un cielo que se abre y luce la certeza de la hoja seca que se pierde en el viento.

jueves, 15 de octubre de 2009

ellos y los capullos

El milagro de la mariposa era poder nadar entre los capullos del mundo, ebrios, desnudos, a punto de morir. Ella desplegaba sus colores, y la baba de los edificios no la atrapaba como las arañas a sus moscas de codicia.
Era el milagro de la mariposa.
Beber de la fuente de los pimpollos, acariciar a la bestia que dibujaba su reflejo en el espejo del cielo. Así su vuelo vencía repleto de néctar.

(Los capullos goteaban su cuenta regresiva y no eran relojes de arena. Tiempo perdido. Fuera.)

Mis manos imitaron a la mariposa. Siguieron su sombra en las paredes. Mímica de cuevas, de flores en las cuevas, de fuego rico en sangre, en destellos para mis alas.
Para cumplir el milagro de la mariposa.
Abrí el paraguas porque goteaban tanto los capullos su destiempo. Lograban opacar mi sol, el carro de oro y sus caballos de crines de espuma. Los capullos. Ellos y su cantar de cangrejos. Sin música. Porque sus pinzas siempre picarán el hielo.

Pero el milagro de la mariposa. Para volver a nacer, desde la ceniza, como las uvas, como el aullido de un chacal en el desierto.
Y emplumar el vuelo, lejos de los capullos, de su baba, del acero que numera las palabras que podemos decir.

martes, 13 de octubre de 2009

lejos de los días

No había primavera para el que esperaba el salto de los días. Sus gacelas enfermas, agonizando, entre claveles negros (sus ojos claveles negros) lejos de los establos donde palpitan los racimos de las uvas de oro. Esperando.
No había primavera cuándo. Ahora o nunca, sin primavera. Esperando. ¿Las palabras que nombren los días? ¿El último latido, de sueño, de bengalas, de cielos rotos por el alba?
No hay primavera. Mi lengua dormida. Un nudo de cadenas en los dedos, sin candado, pero tan con candado las horas.
No hay primavera en las lecturas, que pasan sus hojas, los minutos pasan como hojas, relojes basta, me pide el que espera los saltos.
Se confunde el que padece la renguera de los años. Me confundo y no soy nada. Soy mundo. El silencio del mundo. Una perla que late, en un fondo, de mar o de cielo. Es lo mismo, es fondo.
Sin primavera, el fondo. Helado, quieto como el capullo, a punto de morir, porque no ha llegado a ser, chasquido al menos de primavera.