viernes, 1 de enero de 2010

LA MANO

Un hombre contemplaba el movimiento voluntario de su mano, bajo una luna celeste estallando en el cauce del río. La abría y la cerraba, la desplazaba hacia adelante y hacia atrás en el espacio. Imitaba el acto del zarpazo, como si cazara un insecto invisible. Se detenía en los pliegues de los nudillos al cerrar la palma con lentitud, y extendía los dedos súbitamente, en un intento imposible por comprobar si en realidad su mano respondía a su voluntad.