martes, 5 de enero de 2010

LE MAT

Todo es movimiento.

En la quietud, el movimiento es huracán que arrastra las hojas desperdigadas por el silencio.

Nos movemos.

Yo me muevo.

Tú te mueves.

Él se mueve.

Nosotros nos movemos.

Todos, en movimiento.

En la partida, permanece nuestro movimiento, tal vez disuelto, tal vez ya no aquí, pero flotando, moviéndose, desplazándose, como motas de polvo, en el aire, en la entrada y la salida de los cuerpos al respirar.

El nacimiento es movimiento; el crecimiento lo es. Todo es movimiento, transformación, creación y aniquilación.

Necesidad única y prioritaria para el comienzo: movimiento, el sí eterno, la afirmación de lo que se transmuta y permanece.

Pero luego el cambio, el movimiento, la aniquilación para el nacimiento. Y así va el mundo, en movimiento.

Certeza de la libertad que nos invade, que se es, en movimiento.

Certeza, única certeza, la del flujo y reflujo del río, la de una roca despeñándose hasta desintegrarse en el vacío, si es que el vacío existe y no es también movimiento.

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