Pobre computadora que llenamos su memoria
con tanta basura.
No nos da vergüenza
abrir carpetas y carpetas
en la conciencia de la pobre computadora.
Cuando está triste,
le pasamos fríamente el antivirus.
Mientras con la indiferencia de los dioses
nos tomamos un café con leche y medialunas.
La vestimos con fondos de pantalla ridículos
y le hacemos cosquillas todo el día en su teclado.
Pobre computadora que cuando está enferma
la abandonamos en manos grasurientas
de semidioses técnicos.
La hago cantar todo el día
a mi pobre computadora.
Y sus horas de sueño son menores que las mías.
Seamos justos
y pensemos (de una vez, pensemos)
en que nosotros, el glorioso ser humano,
está en la misma condición que ella.
lunes, 1 de diciembre de 2008
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