viernes, 1 de enero de 2010

LA MANO

Un hombre contemplaba el movimiento voluntario de su mano, bajo una luna celeste estallando en el cauce del río. La abría y la cerraba, la desplazaba hacia adelante y hacia atrás en el espacio. Imitaba el acto del zarpazo, como si cazara un insecto invisible. Se detenía en los pliegues de los nudillos al cerrar la palma con lentitud, y extendía los dedos súbitamente, en un intento imposible por comprobar si en realidad su mano respondía a su voluntad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me puse al día!!!!! Una prosa brillante, exquisita y de fina sensibilidad. ME GUSTA MUCHO, MUCHÍSIMO.Graciela

M. Julieta dijo...

Hola Patricio! De vuelta por aquí para desearte un 2010 cargado de alegría!
Tu texto me hizo acordar a un trabajo práctico que tuve que hacer para una materia de la carrera. Tuve que, por un mes, mirar detenidamente mi mano hasta poder dibujarla a la perfección.
Uno termina por pensar que tiene vida propia, te juro, uno la pone de una manera en particular y ni bien se descuida ya tiene un dedo medio corrido o está más cerrada.

Bueno, te dejo un saludo enorme para vos y para Barbara!
Mucha suerte para ambos!