domingo, 14 de diciembre de 2008

Edificios suicidantes

Hay edificio suicidantes. Como el mío por ejemplo. (Mío. Bah, es una forma de decir; uno es un pensionista en un edificio suicidante y listo.)

Además de sus ojos grises de persianas húmedas.
Además de los balcones provocantes.
Además de los viejos propietarios.
Además de los vecinos problemáticos e histéricos.
Además de un portero alcohólico.

Este edificio queda al borde de las vías de tren. Nada más suicidante que un edificio a orillas del ferrocarril.

Si te tientan la altura y las ganas de volar, nunca entres a un edificio suicidante. A un costado están las vías como pistas de aterrizaje para los aviones derrumbados.

El humo del hierro quemado seduce hacia el vacío. Un traqueteo de huesos noche y día. La garganta de asfalto.

Y encima las vías.

Jamás pises un edificio suicidante. Si querés conservar las pestañas de cera.

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